12 enero, 2009

Me pide que lo entienda...

El cree hace rato que yo no estoy con él...pero no cree en mis ausencias de mí. Se las cuento, pero no hay manera.
Y demás está decir que me pide que lo entienda. Si con eso solucionara todo, fundaría una religión basada en las matemáticas, en donde dos mas dos son cuatro y ocho, dieciseis.
Entenderlo a él no se me hace difícil, ya que su lógica tiene una constante. La parte difícil es entenderse a una misma. Yo estoy comenzando a cambiar variables para poder transformarme anque sea, en un número entero. ¿El considera que es parte de las cosas que quiero cambiar?
Ni se imagina lo que lo quiero.
Sé que me ausento de mí, y que necesito verlo para seguir adelante, y que al no poder darle los juegos de siempre su soledad es casi como la mía.
El perro es para mí, mucho más que todo. Sus sentencias son definitorias porque sabe lo que quiere.
Y yo sé que me quiere.
Me quiere como a esos perros heridos que hay que matar para que no sufran.
Y me pide que lo entienda.
Y no sabe que me salva nada más que con su sonrrisa.
Que vá, la vida no son solo posturas de felicidad.
A veces pasan cosas y maduramos.

07 enero, 2009

Cortes de luz. Y yo sin velas...

Que no era nada grave, solo que la obscuridad me molesta cuando estoy sola y del otro lado de la pared se escucha el quejido de un moribundo.
Y más aún si estamos ya de madrugada, porque me acuesto tarde, pero me acuesto.

¿Y que se hace para tapar un sonido que te pone los pelos de punta y la piel de pollo?
Se genera otro sonido.

Y sin velas ni linternas, usé un encendedor que iluminó mi camino hasta que se descargó, después abrí el celular que empezó a chillar mientras me alumbraba un sendero azul.

Celular: -pitup pitup- Anunciando el fin de sus baterías.
Mis viejos wolkman SONI, estaban en alguna parte y aparecieron.

Y así enganché dos emisoras de radio que taparon muy bien a esa extraña queja muy vecina.

Recé con los evangelistas, a ver si así, con sus milagritos me venía la luz otra vez. Y luego cambié a los de ultraizquierda que estaban celebrando los 50 años de Cuba Libre..

mmmm...y yo, encerrada en la dictadura de la obscuridad, con las manos atadas a un wolkman en el que no podía elegir una radio, puteando porque no había luna, ni linterna ni velas,
escuchando la aparente muerte lenta de un vecino que estaba a una pared de distancia.

Suerte que no encontré las medias, si no, me ahorcaba con una.