12 octubre, 2011

Ensayo "Milba"

En sus siestas resbalosas de sudor, Milba, no hacía mas que leer. El romanticismo de sus 11 años buscaba respuestas que, muy adentro suyo intentaba no encontrar. Todavía recordaba la cara del hijo del médico de su abuela. No recordaba su nombre. Quedó tan perdida entre sus pecas que no lo escuchó. Tampoco se atrevió a preguntar. Los ojos chispeantes del chico dieron centelladas cuando la miró. O eran sus ganas, quizá.
Desde ese momento había pasado ya una semana, y ella, se lo imaginaba todo como en las novelas de Corín. Cerraba los ojos y pellizcaba sus pequeños pezones de niña. Y si imaginaba aún más, ya se veía con un sujetador y con grandes y erectos pezones pretendidos por la lengua de su amante. Como los pezones de las chicas de Corín.
Ahora solo debería esperar a escuchar a su abuela. Sus ronquidos le habisarían cuando meter la mano debajo del colchón para sacar de allí los pequeños libros de su autora favorita. Quería descubrir cosas. Ahora estaba interesada en esos renglones en donde se hablaba del miembro del personaje masculino, en donde el pantalón parecía estallar.
Corín le llamaba polla. La polla.
Ahora Milba, con 11 años, sabía que aquello que, en un momento le pareció tan horrible como la palabra "polla", tenía que ver con su  deseo de tener los pezones mas grandes y erectos del mundo.